Los profesores de Judo tenemos la suerte de que nos gusta lo que hacemos. Nuestro trabajo es creativo, nos relacionamos con la gente, trabajamos con personas, con niños, vendemos Judo, administramos Judo, enseñamos Judo…
La mayor parte de las veces hemos hecho de nuestros alumnos nuestros amigos, y trabajamos entre amigos.
Tenemos a nuestros niños mucho más tiempo que un profesor normal.
El profesor de una asignatura convencional, tiene al niño durante un curso. Un tutor lo puede tutelar un ciclo de dos o tres años, pero un profesor de Judo empieza con un niño, y si las cosas se desenvuelven con normalidad, lo lleva durante todo su desarrollo y en muchos casos mantiene una relación de por vida.
Vemos como evolucionan los niños, cómo progresan no solo en Judo, que también, sino cómo maduran y se hacen mayores y cómo, los que empiezan de adultos van empapándose de Judo y muchas veces cambian su manera de ver y de hacer las cosas.
Y aqui estoy, siendo el profesor, viendo como evolucionan mis alumnos y esperando con ansia nuevas incorporaciones en las que poder aportar mi granito de arena y convertir a esos nuevos niños y no tan niños en JUDOKAS, una palabra en la que van incluidas muchas más...
Héctor Ruiz Darbonnens
Cinturón Negro 4º. Dan de Judo
2º. Dan de Jiu Jitsu
Maestro Entrenador Autonómico (1º de la promoción), Entrenador Nacional (2º de la promoción) y Juez Árbitro.
Mi relación con el Gimnasio Samurai empezó allá por 1989, cuando a mis 6 años, mis padres decidieron apuntarme a Judo con la finalidad de aprovechar y controlar mis energías de niño hiperactivo.
Recuerdo que me pusieron un pantalón blanco, una chaqueta grande y un cinturón blanco, que yo no entendía por qué era de ese color y no me daban de otro, pero poco tiempo me costó comprenderlo…también me presentaron a mi maestro: Francisco Ascorbe.
Siempre recordaré las dos primeras técnicas o llaves que Paco me enseñó: o-soto-gari e ippon-seoi-nage, lo que ya no recuerdo es si las hacía bien, mal o regular.
Poco a poco, aquel deporte que empezó con el objetivo de calmar a aquel chiquillo de 6 años, fue transformando mi vida.
El Judo me ayudó en las relaciones con los compañeros y a comprender lo importante que es el respeto, la ayuda y la colaboración.
Mi amor por el Judo se compatibilizó con mi amor por la enseñanza y la música; así que en el año 2003 conseguí el título de Maestro en Educación Musical.
25 años después de aquella primera clase de Judo con mi cinturón blanco, conseguí el 1º Dan de Judo. Poseer el Cinturón Negro significaba que había adquirido una serie de destrezas, habilidades y actitudes y que, a ojos del tribunal y mi maestro veían que mi persona era digna de ponerse aquel tan preciado cinturón.
En el año 2013 con carta de recomendación de mi maestro Francisco Ascorbe tuve la suerte de participar en un entrenamiento de Judo en el Kodokan de Tokio en Japón, el Dojo más famoso del mundo.